Nunca sentiste que el corazón te iba explotar? Así como cuando corres sin parar y la cabeza te zumba y no puedes respirar, y la vista se te nubla y no puedes ni pensar? No? Alguna vez tus pulmones quemaron por dentro? Como queman cuando respiras el aire helado de Noviembre, y se llenan del aroma fresco de ti? Jamás? Has tenido la sensación de que las piernas no te responden? Y sientes que flotas sin rumbo, pero no te preocupas porque sabes que estás seguro? En serio, nunca? No eres de los que le duele el estómago por horas sin alguna razón aparente? Y no encuentras remedio en ningún lado, como si no existiera otra droga más que tu?
Es un efecto extraño que tienes sobre mi, sabes? De dolor y alivio al mismo tiempo. No sé si es posible, no sé si me explico, pero es lo mejor que puedo hacer. Tienes una manera especial de calmar mis ansias de inhalarte.
Dormir se ha vuelto toda una experiencia desde que llegaste. Me da la madrugada pensando en ti, y entre sueños confío en mi subconsciente para que te recuerde siempre. Nunca me falla. Entonces quisiera dormir por siempre, no para descansar, sino para llenar mis pulmones de ti, y al despertar aún sentir tu efecto estupefaciente.
La risa ya es himno de todos los días, de esos que nunca se olvidan. La televisión es solo una proyección más de ti, otra extensión de tu alucinación. El desayuno tiene el sabor amargo de tu sarcasmo, la comida huele al dulce quemado de tu humor, y la cena es solo un preludio a una noche entera contigo en la memoria. Conjugando apellidos, buscando formas en tus palabras, imaginándote en mi estado. Reproduciendo una y otra vez en mi cabeza la grabación gastada de la canción insomne que me recuerda tanto a ti.
Todo se trata de ti, para ti, por ti y tu sobredosis, una que estoy dispuesta a sufrir.