martes, marzo 24, 2009

Bullet Proof, I wish I were...

Oscar y Carlos bajaron por entre los árboles del bosque de Chipinque hasta un pequeño barranco. Los oficiales que los seguían con lámparas y perros se habían quedado muy atrás, probablemente perdidos entre la densidad de la noche sin estrellas.

Según me informaron, Oscar se inclinó sobre el acantilado para poder ver mejor el supuesto "cuerpo del delito", pero la negrura de aquel abismo parecía succionarlo a él y a toda la luz como si fuese una especie de hoyo negro. Casi sintió como la noche lo sujetaba por los tobillos y lo arrastraba hacia abajo. Carlos se acercó con una lámpara pequeña e intentó alumbrar un poco a su compañero.

Ahí estaba, tal y como lo habían reportado los guardabosques. Por la poca luz que les brindaba la lámparita de mano, se podía notar que era una mujer joven, de tez morena clara y cabello negro. Bonitas piernas, pensó Carlos. Vestía una blusa azul con manchas de un azul más oscuro sobre el abdomen, sangre seca, y unos jeans. Oscar notó enseguida que le faltaba un tennis. No muy lejos, ambos escucharon a los perros de la policía ladrar.

Casi inmediato, los agentes y forenses ya tenían al cuerpo removido y la escena del crimen limpia, todo en menos de una hora. Oscar se acercó para ver el cuerpo, que yacía sobre una camilla cubierto con la típica sábana blanca. No pudo evitar pasar sus dedos rasposos sobre el rostro golpeado de aquella jovencita. A pesar del tiempo que llevaba expuesta, aún conservaba el color y la belleza de una mujer viva. Era solo una niña. De pronto sintió una gran rabia. Sintió la necesidad, no, la urgencia de cazar al monstruo responsable de aquella atrosidad.


Pasaron los días, las semanas, los meses. Nunca encontraron al culpable. Oscar eventualmente lo olvidó. Hasta el día que, sentado en la sala de su departamento, se le antojaron unas Sabritas.

Bien sabía que no había comprado, pero no perdía nada con revisar la alacena antes de decidirse a salir a comprar a la tiendita de la esquina. Demonios, ni una pinche papa en esta casa, pensó mientras se ponía el pantalón y salía por la puerta.

Iba caminando por la calle, maldiciendo a todo y a todos cuando la vio. No entendió muy bien como. Ni siquiera lo entendió al momento de morir, que cuando se supone se te revelan todos los misterios del mundo.

Yo, que cuento la historia, tampoco lo entiedo. Solo sé que mi deber es contar esta historia.

En fin, la vio parada, con su cabello negro y sus tennis, ambos pares, en la parada del autobus que va hasta Santa Catalina. Su piel dorada resplandecía bajo el sol de 39º de verano como si fuera de diamante. Oscar se quedó pasmado con la belleza de la criatura que tenía enfrente. Dio dos pasos adelante, para ver si así podía tocarla con la punta de los dedos. Se detuvo.

Perdón, perdí la concentración...

No puede ser, pensó, ella estaba muerta. Debe de ser su hermana... gemela o algo. No puede ser, no puede ser.La joven lo volteó a ver extrañada. Estaba claro por el vacío de sus ojos que no tenía ni idea de que ocurría. Esta bien, no es ella. Oscar, ahora a un metro de la mujer y con la mano aún estirada, le sonrió tímidamente y susurró un débil "Lo siento" que hubiera hecho sonar a un ratón más valiente.

Lo que ocurre a continuación, no esta dentro de mi entendimiento. Y la verdad no pretendo entenderlo ni que lo entiendan, yo solo cuento la historia como me la contaron. Ahora que pienso en el pobre Oscar, no me quedan ganas de seguir, pero debo.

La jovencita tomó la mano de Oscar entre las suyas y paseó sus pequeñas palmas sobre la mano áspera del hombre confundido y asustado que estaba parado frente a ella.

- Rasposas, las recuerdo - le sonrió abiertamente mientras se tocaba la mejilla con una mano, aún sosteniendo la de Oscar con la otra.Oscar se quedó ahí parado sin hacer o decir nada.

La joven lo soltó y se fue sin decir nada más, subió a un taxi y desapareció.Nunca supo que había sido eso. Destino? Karma? Coincidencia? Amor? Venganza? El universo comploteando contra él?

Fuese lo que fuese que había pasado aquella noche en el bosque, y aquel día en la parada de autobuses, Oscar se juró desde ese día no contarle nada de esto a nadie, por miedo a que lo tacharan de loco, y que le quitaran su placa. Pero bueno, ya ven como son estas cosas. Al final todo se sabe, y es mi deber relatar lo que pasó.

No hay comentarios: